La inteligencia artificial ha emergido como una fuerza importante en los mercados mundiales, con empresas relacionadas con la IA que ahora representan aproximadamente el 44% de la capitalización bursátil del S&P 500. Sus valoraciones en rápido aumento han llevado a los índices bursátiles de EE. UU. a niveles cercanos a los vistos durante la burbuja de las punto com. A pesar de un optimismo firme, el futuro presenta una incertidumbre significativa. La infraestructura necesaria para la IA es enorme, con proyecciones que indican que se requerirán trillones de dólares para construir y operar nuevos centros de datos para 2030. Gran parte de estos fondos probablemente provendrán de deuda, lo que aumenta el riesgo de una mayor vulnerabilidad ante shocks del mercado.

Los expertos advierten que cualquier desaceleración en el desarrollo de la IA o en su capacidad para generar ingresos podría provocar caídas pronunciadas en los precios de los activos relacionados con la IA. El Banco de Inglaterra ha destacado que los riesgos para la estabilidad financiera podrían incrementarse si la expansión de la infraestructura de IA continúa a la tasa actual. Las instituciones financieras, como bancos y fondos de crédito privados, podrían enfrentar una exposición creciente a industrias altamente apalancadas, mientras que los mercados de energía y commodities podrían experimentar presiones debido a la creciente demanda de energía de la IA. Aunque la IA sigue siendo un motor importante de crecimiento para la economía estadounidense, su rápido desarrollo está introduciendo nuevos riesgos sistémicos. Se recomienda que los responsables políticos y los reguladores financieros vigilen de cerca el sector a medida que surge la siguiente etapa del crecimiento impulsado por la IA.