Unas semanas después de comenzar su segundo año en la universidad, Leigh Burrell recibió una notificación que le hizo bajar el corazón. Le habían puesto cero en una tarea que representaba el 15 por ciento de su calificación final en un curso obligatorio de escritura. En una breve nota, su profesor indicó que sospechaba que había externalizado su trabajo—una carta de presentación simulada—a un chatbot de inteligencia artificial. “Mi corazón simplemente se detuvo, ” dijo la Sra. Burrell, de 23 años, estudiante de ciencias de la computación en la Universidad de Houston-Downtown. Sin embargo, la entrega de la Sra. Burrell no era, en realidad, la producción instantánea de un chatbot.

Según el historial de edición en Google Docs revisado por The New York Times, ella había redactado y revisado la tarea durante dos días. A pesar de esto, fue marcada por un servicio de la compañía de detección de plagio Turnitin, diseñado para detectar textos generados por inteligencia artificial. Alarmada, la Sra. Burrell apeló la decisión. Después de enviar un PDF de 15 páginas con capturas de pantalla y notas con marcas de tiempo que documentaban su proceso de escritura al director de su departamento de inglés, su calificación fue restituida. No obstante, la experiencia le mostró los riesgos que enfrentan los estudiantes—inclusive los honestos—en un entorno académico cada vez más complicado por las trampas relacionadas con la inteligencia artificial.