Desde el lanzamiento de ChatGPT, el chatbot generativo de IA de OpenAI en noviembre de 2022, las empresas relacionadas con la IA han experimentado una afluencia de inversores que buscan aprovechar esta tecnología transformadora. El resultado de esta expectación ha generado un debate en Wall Street, cuestionando si el entusiasmo de los inversores por la IA está justificado o es excesivo. Larry Summers, ex secretario del Tesoro que se unió al consejo de administración de OpenAI a finales de 2022, recientemente compartió su perspectiva sobre este debate en el Fortune Innovation Forum en Hong Kong. Él hizo hincapié en el patrón familiar de innovación tecnológica, afirmando: "La regla general es que los avances tecnológicos tardan más en materializarse de lo esperado y luego se aceleran más rápidamente de lo anticipado". A diferencia de muchos defensores de la IA, Summers no cree que el pleno potencial de la IA se realice en un futuro cercano. Él declaró: "No creo que presenciaremos una revolución de productividad en los próximos tres a cinco años". Según Summers, alcanzar el "último tramo" del desarrollo tecnológico, donde se hace accesible a la población en general una tecnología innovadora, generalmente requiere más tiempo del anticipado. Se refirió a la "curva J de productividad", explicando que importantes ganancias de productividad a partir de una nueva idea requieren inversiones significativas en investigación y desarrollo a lo largo de varios años. Summers utilizó vehículos autónomos como un ejemplo ilustrativo, destacando que a pesar de años de trabajo dedicado, ningún chófer, conductor de camión o taxista ha perdido su empleo.

Él hizo hincapié en que, aunque se ha dedicado una cantidad considerable de trabajo a los vehículos autónomos, no hay un resultado tangible reflejado en los datos estadísticos. Sin embargo, es importante destacar que Summers no es escéptico en absoluto sobre la IA. Mirando hacia el futuro, él cree que la IA tiene el potencial de ser el desarrollo más significativo en la historia económica desde la Revolución Industrial. Él imagina que la IA es capaz de sustituir no solo algunas, sino casi todas las formas de trabajo humano, especialmente tareas cognitivas realizadas por trabajadores de cuello blanco. Summers especuló además que a medida que la IA asuma gradualmente diversos roles laborales humanos, la inteligencia emocional (EQ) será cada vez más vital en comparación con la inteligencia intelectual (IQ). Si bien la IA puede sustituir a un médico en el diagnóstico de enfermedades complejas, Summers argumentó que no reemplazaría la capacidad de una enfermera para brindar apoyo emocional a un paciente asustado. En resumen, Summers reconoce que el verdadero impacto de la IA puede tardar más en manifestarse de lo que se espera actualmente. No obstante, él cree plenamente en su potencial transformador, anticipando un futuro en el que la IA no solo complemente, sino que reemplace cada vez más diversas ocupaciones humanas.