Shannon Vallor, una filósofa de la tecnología, sugiere que, en lugar de ver la IA como un "loro estocástico" que simplemente replica el lenguaje humano, una metáfora más adecuada es que la IA actúa como un espejo, reflejando el input humano de vuelta hacia nosotros. Este concepto desafía la noción de que la IA posee una mente o superioridad moral. Vallor argumenta que el riesgo existencial que plantea la IA no radica en la propia IA, sino en la tendencia humana a percibirla erróneamente como una mente genuina, lo que lleva a una erosión de la agencia humana. Ella enfatiza la importancia de reconocer la capacidad humana para crear significado y realizar cambios morales y sociales, advirtiendo contra la entrega de esto a la IA bajo el pretexto de objetividad y progreso. Al basarse en el pensamiento existencialista, particularmente en la idea de "autofabricación" o auto-creación de José Ortega y Gasset, Vallor advierte contra el cambio social hacia la visión de los humanos como meras máquinas predictivas, reflejando la IA. Critica el campo de la ética de las máquinas, advirtiendo que la moralidad colaborativa podría conducir a fallos éticos, abogando en cambio porque la moralidad se mantenga constantemente en disputa y abierta a desafíos. Vallor resalta la virtud de la sabiduría práctica, o phronesis, esencial para adaptar nuestras respuestas morales a nuevas situaciones.

Expresa preocupación sobre cómo la automatización cognitiva nos priva de oportunidades para perfeccionar tal sabiduría, conduciendo a un menoscabo intelectual y moral. Aunque comprende el impulso transhumanista de trascender las fallas humanas, Vallor aboga por reconocer lo que hace significativa la condición humana. Sugiere que la moralidad está profundamente entrelazada con la existencia humana y las relaciones, fundamentada en el cuidado mutuo, en lugar de ser un concepto universal que la IA podría entender mejor. Esto refleja su optimismo sobre el potencial para el progreso moral impulsado por los humanos.